lunes, 21 de abril de 2008

CIENTÍFICOS Y POETAS

LACOLUMNADELBÚHO
Científicos y poetas
21.04.08 -
JOSÉ G. LADRÓN DE GUEVARA

LA noticia de su fallecimiento, el pasado día 13 de abril de 2008, no ha trascendido más allá de alguna breve nota necrológica publicada por algún periódico, 'rara avis in terra' en el panorama mediático nacional. No se trata, pues, como ya habrán colegido mis avispados lectores, de un afamado personaje de la esperpéntica farándula tomatera, futbolista, torero, cineasta, o cualesquier otro 'espécimen' de tío famosete por sus fechorías financieras, sus aventuras follatorias, sus demagogias políticas, o sus gilipolleces surtidas, digno, dada su mediocridad y su injustificada celebridad, de merecer la más amplia atención y dedicación de los medios informativos a disposición del pueblo soberano, para su delicado gusto y visceral complacencia. El insignificante difunto al que yo me refiero no se le conoce fuera del restringido ámbito de la comunidad científica mundial, pero se trata de uno de los personajes más importantes de la historia del progreso humano a través de los tiempos. Que la desaparición de un hombre de tal valía haya pasado desapercibida para el gran público, entretenido, por no decir embriagado o atontolinado, con los chismorreos populacheros y tabernarios del sistema mediático imperante, revela, lamentablemente, la degradación de la escala de valores que determina el ínfimo y deleznable nivel ético y cultural de nuestra contemporaneidad. En efecto, la muerte de un científico excepcional, como lo era John A. Wheeler, no le dice nada a nadie. O lo que es lo mismo, que donde se ponga un titiritero, un mangante o un pelagatos, con su corte de apasionados y mansuetos seguidores, que se quiten todos los sabios habidos y por haber. La verdad es que yo no sé a qué se dedican los ministerios y consejerías de cultura, con el pastón que nos cuesta su inerte burocracia, empezando por el titular del departamento y acabando por el niño de los recados.PERO volviendo a la noticia, apenas difundida, de la enorme e irreparable pérdida que supone para la humanidad la desaparición de Wheeler, digamos que se trata de uno de los pocos físicos, junto a Albert Einstein, Niels Bohr o Stephen W. Hawking, realmente importantes por sus investigaciones sobre el origen y la expansión del Universo, del que forma parte el sistema solar, y, por consiguiente, el planeta que habitamos por el momento. A John A. Wheeler se le considera y admira como el científico que profundizando en la física cuántica formularía el concepto, implícito en la teoría de la relatividad, de los 'agujeros negros' estelares y la antimateria, fundamento de los mundos paralelos, o innumerables, que otro físico, el japonés Machio Kaku, catedrático de física de la Zity University de Nueva Cork, describe en su libro 'La física imposible', en torno al cual se ha establecido un apasionante debate en la comunidad científica internacional. No me parece descabellado, pues, conjeturar que el futuro de la Humanidad depende, en gran medida, del desarrollo de la física cuántica y sus posibles, aunque delirantes, perspectivas, no sólo en dirección al esclarecimiento del misterio, abstracto todavía y nebuloso, de la creación y existencia del Universo, y por consiguiente de la vida, como de sus posibles aplicaciones prácticas o tecnológicas. Como todo buen científico, Wheeler era un visionario, un soñador, un poeta (vate) generador de utopías convertibles en realidades empíricas. Ya lo decía Einstein cuando nos asegura, desde su intuición racionalista, que «la imaginación es mucho más importante que el conocimiento», aserto que nos permite llegar a la conclusión de que, a tales alturas de la mente humana, ciencia y literatura configuran una doble corriente de creatividad complementarias, paralelas e indefinidas. De tal modo y manera que un auténtico científico, siempre, convivirá con un iluminado poeta. Y viceversa. Lo que pasa es que, en definitiva, es que el científico articula como teoría lo que el poeta plantea como ilusorio. Pero los dos son la misma persona. YO quiero, hoy, rendir un emocionado tributo de admiración y reconocimiento a la figura de este genial científico americano, fallecido el pasado día trece en Highnstown, Nueva Yersey, (EE UU) a la edad de 96 años. Un hombre que, para orgullo del género humano, trascendió los límites de la racionalidad y el academicismo científico para adentrarse en el insondable misterio del Universo y de nuestra propia existencia biológica. Su grandeza personal, la magnitud de su pensamiento, así como su sorprendente imaginación, siempre embarcadas en la azarosa aventura de aclarar las densas incertidumbres que nos sitúan ante la gran incógnita universal, merecen, creo yo, la atención y el agradecimiento que no se la ha tributado. Otro gallo le cantaría si hubiera sido el delantero centro que marcara el gol del desempate, y por lo tanto de la victoria, del Getafe al Bayer de Munich. Lo santifican y le dedican un monumento. MIENTRAS tanto, otro físico, el ya citado Michiu Kaku, tan desconocido como cualquier otro gran hombre verdaderamente admirable, trabaja, naturalmente en la Norteamérica tan denostada por la progresía posmoderna, tratando de desentrañar las oscuridades que todavía ocultan la realidad cósmica en la que estamos inmersos, en la que viajamos desde el misterio a la nada, y de la que depende nuestra existencia actual y el futuro de la humanidad. Kaku investiga sobre un campo real pero desconocido: la física imposible, por el momento, pero probablemente accesible cuando se encuentren los caminos (las fórmulas matemáticas) que a ella conducen. Consideremos que lo que ayer eran conjeturas teóricas, hoy, gracias a estos cerebros privilegiados, constituyen conceptos verificables y prácticos, como la energía nuclear, por ejemplo. Tampoco me parece disparatado suponer que algunas de las profecías más fantásticas de los literatos, como la relativa a 'La máquina del tiempo' (H.G. Wells), se conviertan, dentro de mil años, más o menos, en una posibilidad factible al servicio de la ciudadanía. Y allí estará (gloriosamente eterna, infinita y ubicua) la ministra doña Magdalena Álvarez para proceder a la inauguración de la autovía cósmica (no vayan a poner cómica), Tierra Júpiter, trayecto instantáneo, con parada y fonda en Ganímedes. Soñar no cuesta nada. Ya lo dijo el otro.
http://www.ideal.es/granada/20080421/opinion/cientificos-poetas-20080421.html

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