lunes, 21 de abril de 2008

CURAS Y MONJAS EN EL “REVENTÓN”

ESCAPARATE
CURAS Y MONJAS EN EL “REVENTÓN”

POR SERGIO GRAJALES ESPEJO
para Grandes Montañas

La nota fue generada por Franc Rodé, quien se desempeña en Roma como prefecto de la congregación para los Institutos de vida consagrada, o sea que es el custodio que se ocupa de vigilar a religiosos y religiosas en el mundo en cuanto a la Iglesia católica se refiere. El alarmado cardenal Rodé, quien desde luego es cercanísimo interlocutor de Benedicto, ese papa de la incongruencia, señala que el Vaticano está muy preocupado por la “galopante indisciplina de curas y monjas”, quienes además “han caído en el pecado del espíritu mundano al ocultar la visibilidad de su hábito religioso, la perdida del valor de la oración, una insuficiente vida comunitaria y un escaso sentido de la obediencia”.
Esta declaración de Rodé sobre sacerdotes y monjas inclinados a la vida del “reventón”, encontró pronto eco y confirmación en las declaraciones de un tal Gabriele Barbiconi, quien es nada menos que el propietario de la principal sastrería eclesiástica de Roma. Barbiconi dice que su Boutique está siempre llena a reventar de sacerdotes y religiosos que renuevan su guardarropa según la temporada del año, y que debajo de la sotana (clergyman), cuando se la ponen, portan un suéter moderno o visten el hábito con zapatos “Nike”, o bien, en lugar del clásico abrigo de sacerdote, prefieren una chamarra deportiva de marca, usan gafas oscuras y gazne, sobre todo en invierno. “Son en fin vanidosos –reconoce Barbiconi- y es innegable una cierta tendencia a la mundanidad y ahora es difícil encontrar a un cura vestido integralmente como cura”.
Pero un curita se defiende de estas acusaciones del cardenal Rodé. Antonio Mazzi, que es fundador de la comunidad Exodus, dedicada a rescatar a los jóvenes caídos en las reden de la droga, dice: “El escándalo no lo hacemos nosotros reacios a vestir el hábito talar y a obedecer a los superiores, sino el lujo con el que visten los obispos que de esta manera representan la imagen más cruda de cómo la Iglesia se vuelve burgués y del derroche del dinero”. Este curita, famoso ya porque siempre viste pantalón vaquero y suéter de manga larga, inevitablemente de marca, subraya: “En mi guardarropa tengo sacos, pantalones bien planchados y camisas, porque la Iglesia de hoy necesita de carisma. Soy sacerdote, pero en mi comunidad sería el hazmerreir si me pongo el hábito talar o el clergyman…”.
Y todo esto lo dicen los mismos curas y sus altas jerarquías, criticándose unos y defendiéndose otros. Pero no nos informan de ninguna novedad: desde siempre, y más abiertamente en las últimas décadas, curas y monjas, religiosos y religiosas, obligados por su fe y ministerio a vivir en la humildad, se han destrancado con el uso y el abuso de los placeres mundanos. Viven con grandes comodidades, comen de lo mejor y toman los más finos licores; visten a la moda y se sienten desgraciados cuando no pueden complacer todos sus caprichos burgueses. Están ya en el abierto “reventón” y los feligreses cuando los cogen en sus debilidades solamente pueden mover la cabeza, rezar un “Ave María” y santiguarse.
Pero no hay que ir hasta Roma para constatar este reventón clerical: el curita de su capilla preferida, el diácono, el obispo, la sor superiora del convento y demás menaje clerical están haciendo ahora los planes para su próximo reventón. Usted los conoce mejor que, yo no voy a misas, así que usted sabe perfectamente quienes son y como se comportan en el nombre de Dios.
Personalmente yo conozco a una media docena de ellos que se visten no como padres, sino como verdaderos gigolós, beben whisky como cosacos, andan de coscolinos, son jugadores de asar y frecuentan restaurantes de lujo y consumen viandas caras y pantagruélicas. Luego, van al púlpito y les dicen a los inocentes parroquianos: “Hermanos, en este tiempo de Semana Santa busquemos el refugio de la paz en la meditación, apartémonos de los placeres de la carne, y sigamos el ejemplo de humildad que nos enseñó Jesús Cristo, quien nos redimió de nuestros pecados muriendo por nosotros en la cruz, porque todo cristiano lleva la debilidad del pecado que nos conduce a las ambiciones”.
Así sea, ver y oír, para creer…

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