Acompañado de Lagartija Nick, cantó a García Lorca, los Machado y Leonard Cohen
Morente alumbra la plaza de Santo Domingo con su flamenco
■ El concierto formó parte de la programación de Radical Mestizo en el Festival de México en el Centro Histórico
■ Considerado valiente y arriesgado, sigue revolucionando el género
Tania Molina Ramírez
Ampliar la imagen Enrique Morente Foto: Eniac Martínez/ FMCH
Por más que se sufra, se canta porque se está vivo.
A los profundos dolores del corazón y a las grandes rebeldías del alma, se les electrifica (literalmente) con la guitarra y el bajo enchufados y se les prende fuego con la batería.
Este sábado, la plaza de Santo Domingo se alumbró con el potente y singular flamenco del siglo XXI de Enrique Morente y Lagartija Nick, como parte de la programación de Radical Mestizo, en el contexto del 24 Festival de México en el Centro Histórico.
El cantante, acompañado de espléndidos músicos de varias generaciones, interpretó ante miles a Federico García Lorca, a los hermanos Machado y versiones en español de Leonard Cohen.
“Me condenaron a 20 años de hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro”, cantó Morente en Manhattan (del canadiense Cohen), acompañado de una galopante batería.
Ya hace más de una década que Morente dio un temerario salto y cantó flamenco acompañado de la excelente banda roquera granadina Lagartija Nick. En 1996 grabaron Omega, un disco con poesía de García Lorca y Cohen, con instrumentos eléctricos, palmas y guitarra acústica.
Ahora, justo esta semana, el artista granadino lanzó por Internet la venta de la nueva versión remasterizada de Omega (http://www.morenteomega.com/), que incluye, además, Oriente y Occidente, una alucinante e hipnótica canción con Sonic Youth.
Morente, que este año cumple 66 años, sigue revolucionando el flamenco. Y quizá haya quienes lo prefieran en su cante jondo al más puro estilo tradicional, pero todos lo respetan. Los adjetivos que los medios más usan para describirlo son “arriesgado”, “innovador”, “valiente”. Ya quedó muy atrás aquel día, justo antes de lanzar Omega, en un recital de flamenco en Madrid, que en el encore tocó con Lagartija Nick y la gente lo abucheó.
La indiscutible combinación de maestría y corazón en Omega y sus proyectos posteriores (entre ellos, Morente sueña la Alhambra, con la colaboración Pat Metheny, por ejemplo) han hecho que hoy represente la vanguardia del flamenco, junto con Camarón.
Se trata, pues, de uno de los grandes cantaores españoles revolucionando el cante jondo, como lo hicieron Camarón y Paco de Lucía a sus maneras.
“Ese pulso ganado a la muerte”, lo describió en cierta ocasión el cantante Joaquín Sabina.
La poesía siempre le ha acompañado. En una charla que dio en el Centro Cultural de España lo dijo de manera discreta, humilde: “La poesía siempre ha estado ligada al flamenco… el cante lo he puesto al servicio de la poesía”.
Arreglo roquero
El resultado es, ante todo, profundamente conmovedor. De paso, le muestra a las nuevas generaciones la gran poesía, como la de Federico García Lorca y su Ciudad sin sueño (nocturno de Brooklyn Bridge), que en esta ocasión dedicó a la ciudad de México. “No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!/ Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda/ o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas”, cantó, con un espléndido arreglo roquero.
La vez anterior que habían interpretado la producción de Omega fue en 2003, en Nueva York, y habían creído que quizá fuese la última, como comentó uno de los músicos.
El concierto arrancó con Morente y sus músicos (entre ellos su hijo Enrique, un joven cantaor que promete) interpretando con estremecedora y potente voz el cante jondo al estilo tradicional: “Traigo cura para los males, pero para lo que no traigo es para el mal de amores”.
Y así culminó con dos conciertos en este país que, según contó Morente en su charla-recital del Centro Cultural de España, fue en el que descubrió al duende, descrito por él como “cuando uno tiene el equilibrio, cuando se aprende a dominar el sentimiento, la inspiración, a controlar el pellizco, el enganche de la emoción”. A cantar, pues, no sólo con gran sentimiento, sino con enorme maestría, sobre los fuegos del alma.
Morente alumbra la plaza de Santo Domingo con su flamenco
■ El concierto formó parte de la programación de Radical Mestizo en el Festival de México en el Centro Histórico
■ Considerado valiente y arriesgado, sigue revolucionando el género
Tania Molina Ramírez
Ampliar la imagen Enrique Morente Foto: Eniac Martínez/ FMCH
Por más que se sufra, se canta porque se está vivo.
A los profundos dolores del corazón y a las grandes rebeldías del alma, se les electrifica (literalmente) con la guitarra y el bajo enchufados y se les prende fuego con la batería.
Este sábado, la plaza de Santo Domingo se alumbró con el potente y singular flamenco del siglo XXI de Enrique Morente y Lagartija Nick, como parte de la programación de Radical Mestizo, en el contexto del 24 Festival de México en el Centro Histórico.
El cantante, acompañado de espléndidos músicos de varias generaciones, interpretó ante miles a Federico García Lorca, a los hermanos Machado y versiones en español de Leonard Cohen.
“Me condenaron a 20 años de hastío por intentar cambiar el sistema desde dentro”, cantó Morente en Manhattan (del canadiense Cohen), acompañado de una galopante batería.
Ya hace más de una década que Morente dio un temerario salto y cantó flamenco acompañado de la excelente banda roquera granadina Lagartija Nick. En 1996 grabaron Omega, un disco con poesía de García Lorca y Cohen, con instrumentos eléctricos, palmas y guitarra acústica.
Ahora, justo esta semana, el artista granadino lanzó por Internet la venta de la nueva versión remasterizada de Omega (http://www.morenteomega.com/), que incluye, además, Oriente y Occidente, una alucinante e hipnótica canción con Sonic Youth.
Morente, que este año cumple 66 años, sigue revolucionando el flamenco. Y quizá haya quienes lo prefieran en su cante jondo al más puro estilo tradicional, pero todos lo respetan. Los adjetivos que los medios más usan para describirlo son “arriesgado”, “innovador”, “valiente”. Ya quedó muy atrás aquel día, justo antes de lanzar Omega, en un recital de flamenco en Madrid, que en el encore tocó con Lagartija Nick y la gente lo abucheó.
La indiscutible combinación de maestría y corazón en Omega y sus proyectos posteriores (entre ellos, Morente sueña la Alhambra, con la colaboración Pat Metheny, por ejemplo) han hecho que hoy represente la vanguardia del flamenco, junto con Camarón.
Se trata, pues, de uno de los grandes cantaores españoles revolucionando el cante jondo, como lo hicieron Camarón y Paco de Lucía a sus maneras.
“Ese pulso ganado a la muerte”, lo describió en cierta ocasión el cantante Joaquín Sabina.
La poesía siempre le ha acompañado. En una charla que dio en el Centro Cultural de España lo dijo de manera discreta, humilde: “La poesía siempre ha estado ligada al flamenco… el cante lo he puesto al servicio de la poesía”.
Arreglo roquero
El resultado es, ante todo, profundamente conmovedor. De paso, le muestra a las nuevas generaciones la gran poesía, como la de Federico García Lorca y su Ciudad sin sueño (nocturno de Brooklyn Bridge), que en esta ocasión dedicó a la ciudad de México. “No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!/ Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda/ o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas”, cantó, con un espléndido arreglo roquero.
La vez anterior que habían interpretado la producción de Omega fue en 2003, en Nueva York, y habían creído que quizá fuese la última, como comentó uno de los músicos.
El concierto arrancó con Morente y sus músicos (entre ellos su hijo Enrique, un joven cantaor que promete) interpretando con estremecedora y potente voz el cante jondo al estilo tradicional: “Traigo cura para los males, pero para lo que no traigo es para el mal de amores”.
Y así culminó con dos conciertos en este país que, según contó Morente en su charla-recital del Centro Cultural de España, fue en el que descubrió al duende, descrito por él como “cuando uno tiene el equilibrio, cuando se aprende a dominar el sentimiento, la inspiración, a controlar el pellizco, el enganche de la emoción”. A cantar, pues, no sólo con gran sentimiento, sino con enorme maestría, sobre los fuegos del alma.
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