lunes, 31 de marzo de 2008

Libertad de expresión


Paradigmoterapia
Libertad de expresión


Pablo Delgado Rannauro.


Cuando un medio de información, un gobierno o un partido impulsan a una figura o a un personaje no es porque sea el de mayor honestidad, capacidad o posea los más amplios conocimientos, sino porque es el más sumiso, el más dócil y porque su ideología la pone siempre al servicio de quien lo impulsa.
Es el motivo por el que cientos de miles de periodistas son despedidos, agredidos, silenciados e incluso asesinados por órdenes de quienes tienen el poder por decir la verdad.
Los oportunistas desvergonzados, así como los amos del capital, hablan de que en México existe democracia y libertad cuando les va bien; las defienden como si fuera real cuando les beneficia una elección o cuando la autoridad judicial les resuelve a favor.
Como si en el sistema capitalista al servicio de poderosos empresarios, de monopolios televisivos y radiofónicos, de altos jerarcas de la Iglesia y del gobierno al servicio del capital pudieran permitirla.
El periodismo escrito se ha hecho llamar habilidosamente «cuarto poder». También ha teorizado sobre una pretendida imparcialidad, aderezada con otro mito: la doctrina supuestamente científica de una inexistente «objetividad» se han formado generaciones moldeados en la teoría del engaño al prójimo.
Con el transcurso de los años se han convertido en expertos practicantes de la auto-censura e intérpretes de los deseos de sus jefes de redacción, que por su parte conocen al dedillo los deseos más profundos de sus patrones, los dueños de los diarios. En la región abundan los maestros en ocultar noticias o en tergiversarlas dándoles una aparente de imparcialidad.
La teoría y práctica del engaño pretenden hacer creer a los lectores que los propietarios de periódicos son también los dueños de la verdad. Se atribuyen facultades de superioridad sobre la sociedad que nadie nunca les otorgó y actúan como si hubieran sido elegidos para formar parte del Estado según el concepto de separación de poderes.
Al fin de cuentas, los diarios con la aquiescencia de los dueños de periódicos no son más que otra expresión ideológica del poder imperial y de la fuerza totalitaria del dinero. Nadie elige a este poder virtual que cada día se esmera en torcer la realidad, decidiendo qué es o no es «noticia» y tergiversando los acontecimientos inconvenientes para el poder y las clases dominantes del país sometido.
Frases tan hermosas como «el pluralismo informativo y la libertad de expresión» terminaron convirtiéndose en palabras huecas, en mentiras universalmente aceptadas. Lo mismo ocurrió con «la libertad de información», el derecho a estar informado de manera veraz, imparcial u «objetiva» y, además, oportuna.
Todas estas reflexiones las realizo, porque me solidarizo con la LCC Auricela Castro Garcia. Directora editorial de El Mundo de Orizaba por la reciente amenaza de la que fue objeto por decir la verdad.



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