En consideración al Sr. Iván Espinoza Hermida:
Estimado Sr. Iván:
A veces hay que hacer conciencia y leer bien nuestra propia historia para no repetir los errores del pasado. Esa es, justamente, una de las finalidades de la historia. (Al menos la retrospectiva deformada que nos han legado los escritores-historiadores amigos de los vencedores o de ocultar la auténtica verdad).
Todos los pueblos y todas las épocas han tenido momentos de clarividencia en su clasicismo, como de decadencia. Y dentro de todos esos momentos, se han cometido barbaridades y errores que no deberían fomentar nuestro nacionalismo, sino marcarnos que tales o cuales acciones o sucesos desgraciados, fueron producto de una mala gestión, de un error, o de una barbaridad que nunca deberá volver a suceder.
Fíjese usted: si los Españoles que se asentaron en América y explotaron con tan pocos escrúpulos la mano de obra indígena o negra que trajeron como esclavos, se jactaran de su acción, ¿Qué clase de tipejos seríamos? Se lo digo porque no hace muchos años, en una fecha que no es digna de recordarse, en algunas escuelas se “fomentó” esa especie de nacionalismo mal entendido, ocultando esos eventos históricos que avergonzarían a los niños españoles. No, Sr. Iván, hay que hacer conciencia de lo que se hizo mal en el pasado, y reconocer lo bárbaros que éramos (y que somos, por supuesto).
Tampoco podemos estar orgullosos de la festividad por la Toma de Granada, que conmemora la expulsión de los musulmanes, forjadores de una rica cultura que quedó hecha cenizas, y los judíos. Es una etapa muy triste en la historia de España.
Del mismo modo, recuerde cuando el gobierno turco se negó a reconocer como genocidio, la masacre de casi un millón de armenios a principios del siglo pasado. ¿Qué sería la historia sin que estos eventos terribles se recordaran? ¿Olvidamos también el genocidio judío por parte de los Nazis? ¿Los sacrificios humanos porque se realizaban en honor de los dioses? ¿Qué me dice ahora, con el conflicto de intereses que el dichoso fuego olímpico está generando, por la liberación del Tíbet, que los chinos lo están elevando a la categoría de nacionalismo, en lugar de caérseles la cara de vergüenza y recapacitar?
El Tratado de Córdoba, Sr. Iván, es precisamente un documento que especifica la sumisión de México al Imperio Español, léalo usted bien, cuando tenga oportunidad. Lástima que no hayamos podido estar ahí para constatar la realidad, en lugar de verla deformada por el ultra nacionalismo mal entendido, o mal leído.
La categoría de una persona, de una región, o de una nación, no hay que medirla por sus pasados históricos velados para que parezcan buenos, sino por la capacidad de las generaciones posteriores, de reconocer el error de sus antecesores, estudiarlo, aprenderlo, y aplicarse en borrarlo, no con la goma del olvido o la de la deformación de la realidad, sino con el del recuerdo lamentable, y las buenas acciones.
Aquellos que recuerdan a genocidas como héroes, o a sucesos terribles como símbolos del nacionalismo, se quedan definitivamente en el umbral del fascismo, y su orgullo, es no saber reconocer la realidad, ni dar crédito a la verdad.
Estimado Sr. Iván:
A veces hay que hacer conciencia y leer bien nuestra propia historia para no repetir los errores del pasado. Esa es, justamente, una de las finalidades de la historia. (Al menos la retrospectiva deformada que nos han legado los escritores-historiadores amigos de los vencedores o de ocultar la auténtica verdad).
Todos los pueblos y todas las épocas han tenido momentos de clarividencia en su clasicismo, como de decadencia. Y dentro de todos esos momentos, se han cometido barbaridades y errores que no deberían fomentar nuestro nacionalismo, sino marcarnos que tales o cuales acciones o sucesos desgraciados, fueron producto de una mala gestión, de un error, o de una barbaridad que nunca deberá volver a suceder.
Fíjese usted: si los Españoles que se asentaron en América y explotaron con tan pocos escrúpulos la mano de obra indígena o negra que trajeron como esclavos, se jactaran de su acción, ¿Qué clase de tipejos seríamos? Se lo digo porque no hace muchos años, en una fecha que no es digna de recordarse, en algunas escuelas se “fomentó” esa especie de nacionalismo mal entendido, ocultando esos eventos históricos que avergonzarían a los niños españoles. No, Sr. Iván, hay que hacer conciencia de lo que se hizo mal en el pasado, y reconocer lo bárbaros que éramos (y que somos, por supuesto).
Tampoco podemos estar orgullosos de la festividad por la Toma de Granada, que conmemora la expulsión de los musulmanes, forjadores de una rica cultura que quedó hecha cenizas, y los judíos. Es una etapa muy triste en la historia de España.
Del mismo modo, recuerde cuando el gobierno turco se negó a reconocer como genocidio, la masacre de casi un millón de armenios a principios del siglo pasado. ¿Qué sería la historia sin que estos eventos terribles se recordaran? ¿Olvidamos también el genocidio judío por parte de los Nazis? ¿Los sacrificios humanos porque se realizaban en honor de los dioses? ¿Qué me dice ahora, con el conflicto de intereses que el dichoso fuego olímpico está generando, por la liberación del Tíbet, que los chinos lo están elevando a la categoría de nacionalismo, en lugar de caérseles la cara de vergüenza y recapacitar?
El Tratado de Córdoba, Sr. Iván, es precisamente un documento que especifica la sumisión de México al Imperio Español, léalo usted bien, cuando tenga oportunidad. Lástima que no hayamos podido estar ahí para constatar la realidad, en lugar de verla deformada por el ultra nacionalismo mal entendido, o mal leído.
La categoría de una persona, de una región, o de una nación, no hay que medirla por sus pasados históricos velados para que parezcan buenos, sino por la capacidad de las generaciones posteriores, de reconocer el error de sus antecesores, estudiarlo, aprenderlo, y aplicarse en borrarlo, no con la goma del olvido o la de la deformación de la realidad, sino con el del recuerdo lamentable, y las buenas acciones.
Aquellos que recuerdan a genocidas como héroes, o a sucesos terribles como símbolos del nacionalismo, se quedan definitivamente en el umbral del fascismo, y su orgullo, es no saber reconocer la realidad, ni dar crédito a la verdad.
Laura Salamanca
Abril 8/2008
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