sábado, 29 de marzo de 2008

CARNE DE LA CARNE


CARNE DE LA CARNE


Laura Salamanca


Creemos que la química actual facilita la vida, cuando en realidad la complica, y se la complica a la naturaleza. El abuso en productos químicos, o manipulados, ha generado que el exceso de deshechos sea un problema de graves consecuencias para la población, pero especialmente para el planeta. Aunado a la pérdida de sabiduría legada por la madre naturaleza desde las más antiguas civilizaciones, el problema ambiental aumenta.
El número uno, y recurrente mundial, es la necesidad de deshacerse de toda esa porquería que adquirimos con fruición diariamente, basura desde el mismo momento de su nacimiento: Si no, observemos dónde van a parar todas esas bolsas de plástico que han contenido frutas, verduras, zapatos o ropa nueva, las chácharas que consumimos sin límite y sus envoltorios plásticos. Las cajas de pasta dental, el envase del desodorante… Nuestra vida está hecha de químicos, los químicos se desgastan, nos obligan al consumo, y el consumo mueve al mundo.
Este problema persiste por desconocimiento y comodidad, que fomenta la debilidad, incapacidad y vagancia de los gobiernos, que tampoco poseen las recetas ni la intención.
La cuestión en turno se cifra en la ubicación de los basureros, denominados ahora: rellenos sanitarios, por insalubres y apestosos que sean, criadero arqueológico para las generaciones vendieras, sobre los usos y costumbres de los consumidores de químicos.
La separación de basuras es un problema de educación, pero también de comodidad. La basura reciclable acabaría con más del 90% de las basuras. El 10% restante también es reciclable: desechos orgánicos que la naturaleza en su infinita sabiduría, y que nunca pierde sus recetas, desintegra orgánica y sanitariamente, ella solita.
Bastaría dividir los residuos orgánicos en aquellos de origen vegetal y origen animal. Los de origen vegetal, enterrados durante unos seis meses, producen un abono natural excelente para cultivos de cualquier tipo, y alcanza elevados precios en el mercado agrario. El animal, bastaría con dejárselo a los limpiadores orgánicos concebidos de forma natural por nuestra madre Tierra: zopilotes, y otros carroñeros. Sin embargo, con el paso de los siglos, el hombre ha olvidado que este tipo de animales no son alimañas, y los considera de mal agüero, o les da por cazarlos, ahuyentarlos, o acabar con ellos de una u otra forma… Los errores de la humanidad que se dice civilizada.
Durante las conferencias de febrero de 2005, cuando el protocolo de Kyoto fue “ratificado” (16/02/05), la científica hindú Muntaz-Nur al-din Majal, en magistral conferencia en la sede de la ONU, se refirió a los tiempos de las conquistas de Alejandro “el Magno”, quién tras las batallas contra los persas, cremaba los cuerpos de los caídos en enormes piras funerarias, costumbre Mediterránea, de respeto y para rendir honor a la valentía del enemigo en la batalla. Para los persas, sin embargo, más civilizados, aquella bárbara costumbre macedonia “les ponía los pelos de punta”, contaminaba los cielos, contribuyendo al efecto invernadero.
Los persas depositaban los cadáveres en mesas que construían sobre altísimos pilotes de madera, para alimento de buitres. El cuerpo, así, volvía a su esencia natural, y renacía en las mismas aves. Señalaba durante la conferencia, que los funerales de los poderosos reyes sasánidas (como Sapor), consistía en dejar el cadáver en la alta torre del palacio hasta que los buitres dejaban los huesos blanqueados que luego depositaban en urnas. Enterrar cadáveres era agredir y contaminar la tierra con carne putrefacta. La carne debe regresar a la carne, y al suelo lo que es del suelo. La conferencia concluía demostrando cómo las llamadas civilizaciones modernas, retroceden más que avanzan.
Como los persas, la doctora Majal, ilustraba la costumbre tibetana de celebrar el renacer del fallecido, dejando el cadáver en el campo y sentarse a observar cómo es devorado por los carroñeros. – Y pensándolo bien- afirmaba la científica hindú -¿Qué mas sana costumbre que dejar que la naturaleza se regenere por sí sola?. ¿Para qué nos sirven los cementerios?, ¿Por qué no dejar a la naturaleza lo que tan sabiamente sabe hacer?. Debemos construir “mesas” y usarlas con los animales muertos de los que ya no se puede aprovechar su carne ni sus huesos. Debemos proteger a los buitres, evitar su extinción. Debemos presentar iniciativa donde los desechos orgánicos formen parte de la cadena alimenticia y los animales carroñeros hagan su labor natural. Incluso podrían instalarse miradores turísticos para observar a las aves de carroña durante su labor.

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