viernes, 18 de abril de 2008

MALAGUA


MALAGUA

Oliverio Arreola

I

Cuando vayas a Malagua, piensa que ella es tu Ítaca y no la Ítaca de Ulysses. Piensa también —no te confíes— que ella puede ser una laguna, un mar o un simple ojo de agua al que no puedes detenerte.

II
Malagua es tan vieja y tan antigua como un esqueleto de aire que no puede percibirse. pero existe como una red de fantasmas inefables. Pero no te confíes, te digo, porque la hallarás acaso en las cosas más simples: en la casa, en un castaño, sobre la acera al caer la tarde o en una hoja al cruzar la calle.
Malagua es una de esas ciudades enteras que se distraen a mediodía en alguna fuente de los parques, curioseando los cuerpo a través de alguna regadera o , simplemente, curándose de las enfermedades que le dan como achaques de lodo o evaporación.

III
Malagua es simple. Tan simple que pasa cotidiana a los poetas, que a veces la descubren en sus versos como si vieran, maravillados, el núcleo de una célula por primera vez, o como una mujer de grandes pechos a la que no pueden asirse y a la que se quedan mirando, contemplándola, ay, como hijos de Dios, como seres indefensos.

IV
Mítica como el mar, Ella también te espera a ti, como espera Ítaca a Ulysses.
Así que si Malagua te manda conquistar el mar: Conquistra el mar
Y si Malagua te manda un navío con los marinos más diestros, los más jóvenes remeros y sus mejores y avezados navegantes para que fragües el mar en dos y naufrague: Recibe el navío y naufraga.
Y si te manda hambre y sed: Recibe hambre y sed.
Y si Malagua te llena —así, de pronto— sin aviso, de gruesos y largos y cansados, largos años: Llénate pues, de gruesos y cansados, largos años.
Y si, de pronto —otra vez, de pronto— Malagua te acosa con dudas y preguntas sobre saberte infiel o traicionado de buen grado por tu esposa, que te espera junto a tu Ítaca, allá en casa: Deja —también— que te carcoman las preguntas y las dudas y degusta de tus más gruesas y mejores hieles, y atorméntate así, ¡rabiosamente¡ como si en ese momento —dichoso momento— fueses el dios de los escualos.
Es más, siempre que veas que un mal te acontece, que algún golpe se inserta en lo ajado de tus pies, o que alguna mala costra echa raíz en tu costado, piensa en ellos como una señal de Malagua, porque —óyelo bien— sólo así sabrás que Ella, cada día está más cerca.

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