domingo, 24 de febrero de 2008

Lilith



Lilith


Francisco Javier Chaín Revuelta

A la tradición cultural judeocristiana que se padece hay que culpar de la discriminación y violencia a que están sometidas las mujeres. La sociedad judeocristiana actual no reconoce, no descubre, no acepta lo evidente. El ser humano es uno sólo y los sexos distintos sólo tienen función reproductora y nada que ver con el ser.
En Sumeria inició el mito. Lilith se la representa como lado femenino de uno de los semidioses o espíritus guías capaz de adentrarnos hacía la sabiduría de la inmortalidad y portadora de los anillos de Shem. Se reconoce al ser con ambos sexos, andrógino, un lado femenino y un lado masculino. Innegable realidad del mito son el par de pezones que posee cada hembra y posee también cada macho.
A Lilith se la representaba en forma de estatua guardando el templo que regía. Todos los dioses contaban con sacerdotes o sacerdotisas que administraban sus correspondientes templos. A Lilith se la conocía como la Mujer Escarlata, unos dicen que por el color de sus cabellos y otros porque en los ritos y ofrendas a la diosa se incluía la sangre humana. La sacerdotisa del templo de Lilith se especializaba en ritos de índole sexual en los que participaban otros sacerdotes (incluso hombres ajenos al templo) pero siempre era la voluntad de la sacerdotisa la que prevalecía sobre la de los hombres a los que sometía sexualmente. Con estos ritos se pretendía obtener una serie de beneficios físicos y espirituales: la elevación del espíritu a estados de éxtasis o la tan añorada “eterna juventud” mediante la regeneración del cuerpo. Para esta última necesidad, la sacerdotisa realizaba ofrendas misteriosas con la sangre de su menstruación.
Más tarde en Asiria, Lamastu era un ente nocturno maligno que dañaba a los seres humanos acarreándoles ciento una enfermedades de diversos tipos, matando a los niños recién nacidos o los que estaban por nacer y chupándoles la sangre a todos sin excepción. Era una diosa temida en especial por las mujeres embarazadas que para protegerse usaban amuletos de otro dios, Pazuzu, que una vez consiguió someter a Lamastu. Y en Egipto los humanos quisieron derrocar a los dioses. Ra, rey de dioses y de los hombres. Ra, llamó a Sekhmet, la fuerza contra la cual ninguna otra fuerza sirve, para que se manifestara en la tierra y calmara la rebelión. Sekhmet caminó entre hombres y los destruyó bebiendo su sangre, pero ya nadie paró a Sekhmet debido a su gran poder sobre todos; la raza humana estaba en peligro de extinción por culpa de este ser femenino de gran belleza pero también de gran poder destructor. Fue necesario ofrecerle a Sekhmet brebaje de plantas colosales con opio, cañamo, cerveza y sangre humana, para que fuera un recuerdo de crueldad y belleza.
Los griegos prosiguieron con Lamia, hija de Libya y Belus, enamoró con su belleza al padre de todos los dioses, Zeus, y su esposa, Hera, enfurecida porque su marido la hubiese vuelto a engañar otra vez castigó a la pobre Lamia. A partir de entonces, estaría obligada a devorar a sus propios hijos. Sin embargo, esto dejó de ser un castigo cuando Lamia empezó a disfrutar con él, convirtiéndose en un ser inmortal que chupaba la sangre de los niños. Los romanos, a Lamia llamaron Strix. En India, las Lilith son vampiras que en las encrucijadas de los caminos beben la sangre de los elefantes. En Japón, Nabeshima, especie de felina vampira ataca a la gente y extrae la sangre de sus cuellos.
Para judíos, Lilith es un espíritu femenino de la noche con claras connotaciones negativas sexuales y antropófagas. Sus recién nacidas son denominadas lilims. El mito de Lilith fue adoptado por los judíos del de Lamastu durante su cautiverio en Babilonia. Siguiendo la histórica línea, en Phapos castigó el misógino San Pablo a una “bruja” dejándola ciega, y los judeocatólicos sones veracruzanos cantan y acusan: Me agarra a las “bruja” me lleva a su casa, me vuelve maceta, me da calabaza… …¿Cuántas criaturitas de ha chupado usted?




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