miércoles, 2 de abril de 2008

Las petroleras trasnacionales privadas, ¿en liquidación?


Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Las petroleras trasnacionales privadas, ¿en liquidación?
Ampliar la imagen En imagen de archivo, movilización en el Zócalo capitalino contra la venta de Petróleos Mexicanos Foto: José Carlo González

En medio de los funerales oficiales del desregulado neoliberalismo global (ver Bajo la Lupa, 30/3/08), que simulan ignorar el calderonismo, sus colaboracionistas del PRI y los desviacionistas del PRD, se pretende regalar el “tesoro” de los hidrocarburos en las aguas profundas del golfo de México –en el peor momento coyuntural, cuando el barril del crudo rebasó el umbral sicológico de los dos dígitos– a empresas trasnacionales privadas en vías de “liquidación” (¡súper sic!), como nos ilustra Matthew Simmons, exitoso banquero de inversiones texano, íntimo de la dupla Bush-Cheney y uno de los principales conocedores del mercado petrolero global.
Cuando el texano Simmons habla de hidrocarburos equivale a George Soros en el mundo financiero: “los ejecutivos de las trasnacionales petroleras hoy pasan por alto que se encuentran en vías de liquidación (…) No importa cuánto dinero se dispongan a gastar, pues no pueden enfrentar sus curvas de declinación cuando sus reservas probadas se han reducido velozmente” (WorldNetDaily, 39/3/08).
Ni más ni menos que nuestra tesis sobre la desprivatización petrolera global y su dinámica renacionalizadora, que favorece a las empresas estatales que concentran más de 90 por ciento de las reservas mundiales frente a menos del exiguo 10 por ciento todavía en manos de las trasnacionales petroleras privadas (Ver: suplemento especial sobre el petróleo, La Jornada, 18/3/08). No es cuestión ideológica, sino contundentes cifras estructurales que marcan nuestro zeitgeist, el “espíritu de los tiempos”.
Pues pese a todas las advertencias, cuando los hidrocarburos se han manifestado como la principal carta geoestratégica planetaria, al riesgo de poner en peligro la seguridad nacional, el calderonismo se empecina en regalar Petróleos Mexicanos (Pemex) a sus aliadas trasnacionales privadas: texanas y gallegas. Como se da a entender, Calderón resulta el “hombre de Repsol YPF” (por cierto, pirata trasnacional española, expulsada de Sudamérica y en quiebra técnica en Argentina), Reyes Heroles Jr. el hombre de las trasnacionales texanas en el interludio de su aciago paso entre la Secretaría de Energía y su ascenso a Pemex, el secretario de Comunicaciones Téllez Kuenzler el representante simultáneo del quebrado Grupo Carlyle y Georgina Kessel, la supuesta secretaria de Energía (que sabe de petróleo lo que yo de sánscrito), resulta una lastimosa empleada de los parasitarios consejos Coordinador Empresarial y de Hombres de “Negocios” de “México”, que preside el bushiano-salinista Claudio X. González. Entonces, ¿quién representa los intereses del verdadero México?
El calderonismo sufre el “síndrome Banamex/Citigroup”, que forma parte de una enfermedad incurable de los neoliberales “mexicanos” que padecieron en su momento De la Madrid, Salinas, Zedillo y Fox, que consiste en entregar la riqueza nacional a la plutocracia local y foránea.
Tal parece, si nadie lo detiene, que el calderonismo está dispuesto a repetir la misma fórmula con Pemex, para que sea rematada a las trasnacionales petroleras privadas en vías de liquidación.
En una entrevista en el programa Squawk Box, de CNBC, Simmons, fiel a su estilo texano, no se anduvo con rodeos y abundó sobre la “lúgubre realidad” de la industria petrolera privada. El banquero inversionista texano es un connotado proponente de la “teoría del pico” del petróleo: después de haber alcanzado su acmé ha empezado a declinar.
Naturalmente que los afectados, es decir, las otrora gigantes petroleras anglosajonas (hoy enanas frente a Gazprom, de Rusia, y Aramco, de Arabia Saudita), persisten en engañar, cual su costumbre recidivista, y no solamente inflan sus cifras de reservas –que a su vez abultan su cotización bursátil artificial (los casos de las mendaces Shell y Repsol son flagrantes)–, sino, peor aún, rechazan la validez de la “teoría del pico” con tal de prolongar su agonía en los cuidados intensivos.
No faltan cándidos que tildan la “teoría del pico” –a la que Bajo la Lupa se adhirió sin tapujos en marzo de 1998, después de haber sido convencido por los sólidos argumentos de Larrehère y Campbell en The Scientific American– de neomalthusianismo trasnochado, como si los hidrocarburos fuesen infinitos.
Así, John Hofmeister, presidente de operaciones de Shell Oil en Estados Umidos, con sede en Houston, también apareció en CNBC para alegar que la tesis de Simmons “había inundado al mundo” y que “sus hipótesis eran muy estrechas”, ya que no consideraba el petróleo “no convencional”, como el bituminoso (tar sand) de Alberta, Canadá.
Hacen trampa quienes recurren al petróleo “no convencional” –el bituminoso de Canadá y el “tesoro” calderonista en las profundidades del golfo de México, para situarnos en la esfera de influencia del ASPAN que controla Estados Unidos –ya que el enfoque de la “teoría del pico” es al petróleo netamente convencional, que se está agotando de la confesión de los propios productores (v. gr., el yacimiento Cantarell, campechano con hipoteca gallega. Además, la culpa del agotamiento (depleción) se debe en gran medida al consumismo depredador estadunidense, que despilfarra más de la cuarta parte global sin el menor miramiento a la naturaleza.
Luego de enfatizar que el precio del petróleo era “muy barato”, 100 dólares el barril, Simmons desmonta la “solución” de los recursos “no convencionales” y coloca en su justa dimensión la aventura exploratoria de Shell en Alberta, que después de “varios (sic) años” no ha sido muy exitosa. Al contrario, ha salido exageradamente costosa, lo que puede orillar a la trasnacional británica a tirar la toalla. Desmitifica el petróleo a bituminoso canadiense, cuya extracción equivale a “transformar el oro en plomo”: el bituminoso es de muy baja calidad y necesita ser optimizado con petróleo de alta calidad para crear el crudo”, además de requerir “una increíble cantidad de agua potable (¡súper sic!)” y consumir bastante gas natural como fuente de energía para el proceso. ¿Dónde quedó la preservación de la armonía biosférica?
Como reza el adagio popular libanés: ¡para prender un cigarro, las trasnacionales anglosajonas y gallegas incendian el planeta!

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